23 de diciembre de 2008

GEOGRAFIA TANGUERA XVIII- Tango en Paris II

(Continuación de Tango en París I. Es recomendable leerlas por orden)
Se había puesto pie y medio en la ciudad de las luces, pero este era solo el principio del romance. Al día siguiente del estreno cuenta el propio Pizarro que su cabeza no dejaba de ver la pista de baile vacía. Le daba vueltas a ese asunto, pues se dice que no hay mejor intérprete del tango que el que lo baila, y la suerte acudió de nuevo en su ayuda. Una noche, poco después del estreno, se encontraba en una mesa lateral un joven actor que triunfaba en los cines mudos de la época protagonizando “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” basada en la novela del mismo nombre del escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Poca gente conocerá la aventura argentina del estupendo escritor y político republicano (qué diferencia con los “Tardás” que pueblan el republicanismo de nuestros días) que fundó un par de colonias en el interior del país austral como experimento social, y no desde la distancia sino siendo él mismo la punta de lanza de la experiencia, por lo que conoció el país de primera mano. Bueno, el caso es que Pizarro pidió al joven que saliera a la pista y éste lo hizo acompañado de su pareja del momento, Jane Acker. La orquesta se arrancó con “el choclo” y Rodolfo Valentino (así se le conocía al pibe) se marcó un tango al que en Buenos Aires hubieran despedido a pedradas, pero que parece ser entusiasmó al público. Otro escalón superado, o como diría mi padre, otra gallina pelada.




Pizarro empezaba a ser conocido, y ese mismo año de 1920 es invitado a participar en el concierto que cada año se organizaba en el teatro de la ópera de París en beneficio del patronato de la infancia, el llamado “bal des petits lits blancs”, al que acudió el mismísimo Poincaré, y eso que no actuaba su mujer. La actuación en el magnífico edificio de Garnier le proporcionó gran notoriedad y en agradecimiento a la ciudad de París, el 14 de Julio monta a todos sus músicos en un camión y recorre la ciudad ofreciendo microconciertos en todas las esquinas, ocurrencia muy celebrada.
Hasta el año 1925, el otro gran director que lució los galones del criollismo en el corazón de Europa fue Eduardo Bianco. Y digo Europa y no Francia porque el concepto de orquesta y negocio que tenía Bianco era muy diferente al de Pizarro. A diferencia de éste, Bianco era un viajero incansable que se movió con su orquesta por toda Europa. Tocó en España para Alfonso XIII, en Italia para Vittorio Emanuele bajo la atenta mirada del Duce Mussolini, hicieron temporadas en Grecia (a los antisistema los ponía yo a oír una sesión completa de la orquesta de Bianco), actuaron en Turquía. Convencieron al embajador argentino en Varsovia para que intercediera por los judíos que empezaban ya a ser perseguidos, Stalin se enteró de la muerte de Gorkin escuchándolos en un concierto cerca de la Plaza Roja, e incluso compartieron con Hitler un buen asado desconociendo, es de suponer, las costumbres vegetarianas del Fuhrer, al que la única carne que le gustaba asar era la de los judíos. Regresaban a París una temporada y volvían a salir de gira por los rincones de la vieja y cada vez más enconada Europa.


El año 1925 se produce un hito crucial en la aportación argentina al viejo mundo. ¡TACHÁN, TACHÁN!¡LLEGA LA GOMINA! El gigoló Carlitos Arce propone la imagen de seductor de pelo negro, brillante y pegado, con una raya tirada a tiralíneas, y que junto con el smoquing se convierte en la herramienta necesaria de todo trasnochador, como puede verse en las fotos sepia de la época y oírse en el tango “viejo smoquing”. En ese año tiene lugar en París la exposición universal en la que triunfa la estética Art-Decó que dominará el diseño hasta pasada la Guerra Mundial. Las orquestas argentinas se lanzan a la conquista de Europa.

Barcelona era una ciudad abierta (quién te ha visto y quién te ve) y en ella estaban establecidos, con gran éxito, el trío Irusta-Fungaroz-Demaré, eternamente vestidos de gaucho y vendiendo discos con la misma facilidad que nuestro gobierno vende motos. También los hermanos Spaventa, con el piano de Luis Visca, e incluso la orquesta de Cátulo Castillo, una vez entrado en razón y abandonado el ring, con Miguel Caló y Roberto Maida como cantante. Cadícamo vivía a caballo entre Barcelona y París escribiendo para unos y para otros, cosa que no dejó de hacer hasta que la muerte le sorprendió en su más madura juventud. En la ciudad de las luces escribía “anclao en París” y en Barcelona “che papusa” para que la interpretara el trío de infames gauchos de moda. Y en eso llegó el año 28, y trajo a Gardel debajo del brazo.
El 10 de septiembre de1928 aparece por París Gardel acompañado de sus tres guitarristas, Ricardo, Riverol y Barbieri. Pizarro conocía a Gardel por ser del mismo barrio porteño, el Abasto, y la amistad que los une hace que se convierta en el valedor del “zorzal criollo” en la ciudad del Sena. Mueve sus influencias y consigue que el maestro debute el día 2 de octubre en el cabaré “Florida” con la presencia de Maurice Chevalier y Josephine Baker. El éxito es inmediato, Gardel es caballo ganador, y se produce un efecto llamada que hace multiplicarse el número de músicos y orquestas argentinas en París. Llega Osvaldo Fresedo con su cantante Ernesto Famá y su magnífica orquesta, así como la no menos estupenda orquesta de Julio de Caro que es invitada a tocar en La Sorbona. Por cierto, y ahora que nombro a Fresedo pondré un ejemplo de lo que yo llamo “destrozadores del tango”. Los hermanos Fresedo compusieron una deliciosa canción llamada “vida mía” que es un clásico de los cantantes con voz aguda. Un ejemplo claro es la versión inmejorable de Guillermo Fernández. Pues bien, al gran cantante Plácido Domingo se le ocurrió versionarla en un disco consiguiendo uno de los atentados más grande que contra el tango se haya cometido, y hay muchos. Ni siquiera Julio Iglesias logró con sus tangos tales cotas de atrevimiento insensato. Ruego a Plácido Domingo que se dedique a la ópera y no cante fandangos, villancicos ni tangos. Como mucho, el himno del Real Madrid. Si mis lectores son capaces de oírla, que lo hagan, y si encuentran una tropelía mayor que me la escriban y haremos un Hit-Parade de abusos tangueros.



Volvemos. Nótese el peso de los artistas hasta ahora nombrados: Pizarro, Bianco, Cadícamo, Cátulo Castillo, Miguel Caló, Fresedo, Irusta, Maida o Gardel. Podría amenazar con llenar tres entradas con la sola enumeración de sus obras. Todo esto hizo de París la capital del tango durante casi una década, puesto que no recuperaría Buenos Aires hasta la dorada etapa de los 40´.
Por si todo esto fuera poco, se producen en los primeros 30´ dos hechos sin los cuales la promoción internacional del tango sería muy distinta, y los dos con Gardel de protagonista. El primero es la irrupción cinematográfica del mito. En el año 1931 consigue colocarle a la Paramount un infumable melodrama titulado “Luces de Buenos Aires”. Gardel ya intuyó la potencia del arma cinematográfica, y de hecho fue esta su principal ocupación a partir de entonces. Su estreno cinematográfico se había producido años atrás con la película “flor de durazno”, pero en ella había demostrado que hasta que no se impusiera el cine sonoro no tenía nada que rascar, porque lo que tenía de buen cantor lo tenía de pésimo actor. Ya con el sonido incluido llegó su ocasión. Aprovechó la presencia en Barcelona (¡cómo me cuesta escribir ese nombre!) de un grupo de sainete criollo y con la ayuda musical de Julio de Caro montó esta memez que consiguió gran éxito y demostró que el carisma deslumbrante de Gardel consigue que el espectador no repare en la historia. En vista del taquillazo, la Paramount le encarga otro trabajo, que acepta rápidamente aun sin tener nada preparado. La productora le apremia, y entonces se produce el segundo hito de la historia. Buscando desesperadamente a alguien que le escribiera el libreto de lo que se convertiría en “Melodía de arrabal” conoce en una tarde en el hipódromo de Longchamps a Alfredo Lepera. El binomio Gardel-Lepera es al tango como el tango es a Gardel-Lepera, y sólo una tragedia como la de Medellín podía poner aún más leyenda en esta unión. El fuego del incendio unió sus nombres para siempre entre los restos incandescentes del avión.
Europa se acercaba peligrosamente hacia otro conflicto bélico. Pizarro se establece como empresario con local propio en la Rue Pigalle al que bautiza como cabaré “Sevilla”. Más tarde abre el “Pigalle” y finalmente el definitivo, al que bautiza con su nombre “Chez Pizarro”, situado muy cerca del Hotel Crillón, que aunque la gente no lo sepa ya era conocido antes del popular episodio de Dodi Al Fayed con la princesa "amiguita" de los ricos.
Estalla en Europa un odio que permanecía latente desde veinte años antes y que tuvo, entre otras macabras consecuencia, la de cambiar el nombre de “Gran Guerra” por el de “Primera Guerra Mundial”. Nunca aprenderemos. Lo que ocurrió a partir de entonces será motivo de otro estudio, que por ahora ya está bien de paliza.

Acabamos con otro Gardelín de Oro. En el capítulo VII del libro de la formidable escritora propietaria de este blog se puede leer el siguiente encabezamiento:
“Entraba en los disturbios
del suburbio
con su frío puñal.
Su brazo era ligero
al entrevero
y oscura era su voz”
¡Venga, amigos, que esta también es facilita y cada vez van quedando menos!. ¡Venga que las vendo baratitas!

Un abrazo a todos, de GAVION.

17 de noviembre de 2008

“PETIRROJO” DE JO NESBO Y OTROS LIBROS.

Me compré “Petirrojo”, de Jo Nesbo (la última “o” debe llevar un “/” pero, como Astérix en la Gran Travesía, no sé ponerlo) por el aspecto y por lo que leí en la contraportada y la solapilla. Entre otras cosas, que había recibido el Bokhandlerprisen, el premio de los libreros, y el Tidenes Beste Norske Krimroman, premio especial a la mejor novela negra noruega de todos los tiempos ¿Quién puede resistirse a algo así?
Yo estoy más acostumbrada a la novela negra escrita por mujeres (PD James, Patricia Cornwell) y esta se nota que tiene un autor masculino. No sé muy bien describir por qué. Es quizá el tipo de protagonista (policía medio alcohólico de pasado oscuro, ya saben) o los detalles que se mencionan.
La historia empieza con saltos temporales que resultan un poco incómodos (me pasa sobre todo en las novelas cuyos personajes tienen nombres que resultan todos iguales y nunca sabes si el salto temporal se refiere al comisario de la primera página, es alguien nuevo, o es el vecino que ha saludado al protagonista) pero se va haciendo lineal a medida que transcurre. Yo no tenía idea de lo que pasó en Noruega en la segunda Guerra Mundial ni de los posteriores procesos a colaboracionistas, pero no hace falta para seguir la trama. Una de las mejores cosas de la novela es cómo de la línea principal deriva otra que, en algunos momentos, tiene más interés que la primera.
Se hacen referencias a historias pasada (a algo que pasó en Bangkok) y deja abiertas historias para el futuro (la historia del Príncipe). Te deja con ganas de leer las novelas anteriores y las posteriores. Una pena, porque no están traducidas al español. A ver si utilizo mis influencias en las mejores librerías para conseguirlas en inglés.
El autor tiene una página web muy bonita (para lo que yo, en mi escaso nivel webero, estoy acostumbrada) donde hay resúmenes de sus otros libros, lo que aumenta las ganas de tenerlos.

"ADIÓS, CATALUÑA (CRÓNICA DE AMOR Y DE GUERRA)" DE ALBERT BOADELLA.
Lo primero que me llamó la atención de este libro es que ganó en 2007 el premio Espasa ¡de ensayo! cuando es una autobiografía de este interesante y polifacético personaje.
Está estructurado en capítulos de dos tipos (como reza su subtítulo): de guerra y de amor.
Por supuesto, son mucho más entretenidos los de guerra. Yo me sospecho que los capítulos de amor están para darles en las narices a los (abundantes) detractores que tiene Boadella, porque no hay cosa que fastidie más a alguien que saber que aquel a quien odias es feliz.
El libro no busca la belleza literaria, aunque está escrito con buen estilo, sino poner al descubierto cómo se las gastan los nacionalistas con poder con alguien que no quiere comulgar con sus ruedas de molino. Incluso cuando ese alguien, aparentemente, sería estupendo para hacer patria, porque está orgulloso de sus orígenes catalanes, es inteligente, reputado, provocador, intelectual, de vida más bien disipada...
Lo más llamativo es cómo Boadella no se deja achicar y responde a ataques con otros a veces realmente muy desagradables.
El libro abunda en detalles, pero lo triste es que no enseña nada que una no supiera o, por lo menos, sospechara ya.
Solo me queda una duda que dejo en el aire por si alguno de mis lectores catalanes la quiere resolver ¿por qué esa costumbre de escribir “Catalunya” en los textos en español? Me resulta tan cursi como si se empleara “Suomi” o “Deutschland” para referirse a Finlandia o Alemania. Y también me resulta incongruente porque en otros idiomas, por ejemplo en inglés, sí que traducen el nombre a “Catalonia” y cuando escriben en catalán sí que traducen los nombres españoles.

"HERMANAS", DE JOSEFINA ALDECOA.
No sé mucho de Josefina Aldecoa, pero por lo que conozco de ella, me parece una mujer inteligente, elegante e independiente. Por eso no deja de sorprenderme que utilice el apellido de su marido. No sé si como homenaje, porque era costumbre en España en los años cincuenta o porque es mucho más fácil moverse en los ambientes literarios llamándose Aldecoa que Rodríguez (y conste que me parece perfectamente legítimo emplear esos medios).
Leí hace años “El enigma” y ahora he leído “Hermanas”. Lamento decir que ambas (hablo ahora sobre todo de la segunda. De la primera apenas me acuerdo) me han parecido novelas para pasar un buen rato, en unas vacaciones o un viaje, y olvidarse de ellas. Les falta sustancia, peso a los personajes, cimientos a las circunstancias. Y además es un poco previsible. La descripción de la casa y la familia de las hermanas protagonistas me recordaba a las novelas de Rafael Pérez y Pérez y Luisa María Linares que leía con trece o catorce años. Aunque, por supuesto, la historia es mucho más adulta.

En resumen, que si tuviera que resumir estos libros lo haría así: “Petirrojo”, muy recomendable para los amantes de la novela negra; “Adiós, Cataluña”, léelo, si eres antinacionalista, para reafirmarte en tus convicciones, si eres nacionalista, para segregar bilis, que de vez en cuando viene bien; “Hermanas”, llévatelo un fin de semana.

28 de octubre de 2008

GEOGRAFIA TANGUERA XVII- Tango en París, orígenes



Anclao en París, Claudinette, Qué hacés che parisien, AROLAS, Madame Ivonne, Una noche en el Garrón, CADICAMO, La que murió en París, Margo, Noches de Montmartre, Francesita, PIAZZOLLA, El tango vuelve a París, Griseta, Gardel en París, Así es Ninón, Canaro en París, MOSALINI, París otoñal, Araca París ...

Pianté de Puente Alsina para Montmartre
Que todos me decían pa m´engrupir
Tenés la pinta brava p´acomodarte
Con la franchuta vieja que va´l dancing
¿Qué hacés en Buenos Aires?, no seas otario
amura esas milongas del Tabarís
con tres cortes de tango sos millonario
¡morocho y argentino! Rey de París

...y GARDEL.


Si hay una ciudad fuera del ámbito geográfico Rioplatense indisolublemente unida al tango, esa es PARIS. Es más, muchos estudiosos opinan que el tango es una especie de música de ida y vuelta, esto es, que no fue realmente popular en la Argentina hasta que no vieron los viajeros de la alta sociedad porteña que pululaban por Europa que había triunfado en París, permiso o justificación necesaria para blanquear una música hasta entonces no muy bien vista. Remito al lector a la estupenda letra de la milonga del uruguayo Mastra “abran cancha”.

En los albores de la Gran Guerra, al grito germano de NACH PARIS, NACH PARIS no sólo cruzaron las fronteras belgas los ejércitos imperiales, sino que también lo hizo otro ejército más modesto y pacífico que, con el fuelle como arma, se dejó caer por Montmartre. Obviando alguna presencia corta y puntual anterior, cuatro tipos fueron los primeros representantes de la música popular Rioplatense en la ciudad de la luz. Tres músicos, Celestino Ferrer, Eduardo Monelos, Vicente Loduca y un bailarín, Casimiro “el vasco” Aín, comienzan su andadura en la Francia prebélica tangueando en el cabaré “Princesse”, en pleno Montmartre, edificado sobre uno de los innumerables cementerios de la zona y de donde se sacaban huesos cada vez que el patrón hacía una ampliación. Mas tarde el “Princesse” se convertiría en “El garrón”, donde actuarían las orquestas de Pizarro, pero ya hablaremos de ello.

No se eligió bien el momento, y esta primera aventura seria fue mas novelística y pintoresca que otra cosa. Loduca, aprovechando sin duda la agilidad que el bandoneón le proporcionaba a sus manos, derivó hacia la magia y al poco tiempo se fue a trabajar como prestidigitador (Houdini era entonces un fenómeno de masas) a Brasil. Así pues Ferrer tuvo que llamar urgentemente a otro bandoneón, Filipotto, para poder continuar. Poco después enfermó Monelos. Ferrer tuvo que reclamar a un reemplazante, Pepe Chutto. Cuando llegó Chutto, Monelos embarcó en un carguero rumbo a Buenos Aires, y bien por su enfermedad o bien por la mala travesía, murió dos meses después de internarse en un sanatorio. En fin, todo muy del gusto de las novelas de la época, aunque nada comparable con la historia de uno de los personajes con los que compartieron época y ciudad, Mata Hari.

Cuando el presidente Poincaré pone en pie de guerra a su país, el grupo decide embarcar hacia Nueva York. Todos menos Pepe Chutto, al que parece que le debía atraer que lo ensartaran en el pincho del casco de algún soldado de la tríplice.

En Estados Unidos el desconocimiento del tango por esa época era casi tan grande como el desprecio que tienen ahora por nuestro actual presidente de gobierno, aunque bastante menos merecido, así es que no se comieron una rosca. Como ven, igual que nuestro jefe, no les miento. Trabajaron en lo que pudieron, y alquilaron una habitación compartida con un italiano de 15 años llamado Rodolfo Guglielmi. Pues bien, este “tano” se convertiría poco después en el gran Rodolfo Valentino. Digo yo que algo aprendería de estos jóvenes argentinos para crear el papel de galán gaucho por el que suspiraban todas las polleras del globo. ¿es o no una vida de novela?

París se libró de la invasión, Alemania se hundió a orillas del Marne y el radical Clemenceau tomo las riendas de la república. Curioso elemento este Clemenceau ahora que empiezo a leer algo de la historia de Francia de entresiglos. El caso es que París retomó con fuerza su papel de ciudad de las tentaciones o de edén prohibido, y encima a precios de antes de la guerra. Se llenó de extranjeros, sobre todo de americanos que con un dólar sobrevalorado huían de la ley seca para bañarse por pocos francos en las rubias burbujas del champagne. Afortunadamente también regresaron Ferrer y su grupo.


Manuel Pizarro fue el primero, y por tanto el más importante, del triunvirato del tango en París junto con Eduardo Bianco y Cadícamo. En 1920, junto a Genaro Spósito, desembarca en Marsella del paquebote “Garona” procedente de Buenos Aires. No parece un cambio muy ventajoso que los marselleses mandaran a Buenos Aires “souteneurs “ o macrós y a cambio les llegara un músico que había sido discípulo de Juan Maglio y había tocado con De Caro y Arolas. El caso es que allí estaban para iniciar el verdadero asalto a Europa. El asalto musical, porque ya hacía algún tiempo que París se había ido llenando de engominados jóvenes con pinta y maneras de niño bien de la élite porteña que paseaban su sólida fortuna “tirando manteca al techo” por París (como Vicente Madero, que acabó siendo el mentor de Pizarro) así como de altos cargos, diplomáticos y funcionarios argentinos enviados como espejo de un país en sus más altas cotas de riqueza y progreso (quién te ha visto y quién te ve) como Güiraldes.
Después de un fugaz paso por Marsella, se traslada a París, y allí se encuentra en el hotel Pigalle con el grupo de Ferrer. Pizarro, junto con Ferrer y Vicente Madero, se entrevista con Elio Volterra, que es el dueño del cabaré “Princesse” y consiguen convencer al gabacho de que había que dar un giro al negocio. Embajadores sudamericanos, diplomáticos argentinos, jóvenes de buenas familias porteñas, hacendados y turistas permanentemente ataviados de smoking era un mercado a tener en cuenta. Consiguen criollizar el cabaré, despedir a la orquesta de jazz que hasta entonces era la atracción y que estaba compuesta por soldados americanos que permanecieron rezagados tras la guerra, incluido el negro del banjo, ¡qué le vamos a hacer si en esa época no había políticas de discriminación positiva! , y hasta le cambiaron el nombre por otro más acorde con la nueva etapa:”El garrón”. Pizarro manda llamar a Genaro Spósito y este acude raudo al hotel Pigalle, que acaba convirtiendose en pedazo de Buenos Aires en el arrondissement XVIII, como si fuera la ochava de Esmeralda y Corrientes.

La suerte está echada, y sólo falta un requisito que comentaré por curioso; el vestuario.
Se preguntará el avispado lector cómo siendo el tango una música eminentemente urbana las primeras orquestas que lo exportaron a Francia, e incluso el mismísimo Gardel, salían al escenario infamemente vestidos de gaucho. Pues bien, este era un requisito del Sindicato de Músicos, dependiente de la Unión de Excombatientes, necesario para poder actuar cualquier espectáculo extranjero. Sólo los músicos locales podían actuar en salas de baile sin necesidad de ir disfrazados. Toda una premonición en casa del país que pretende liderar la refundación del capitalismo.
Llegó el día del estreno, y entre el público expectante se encuentra el mismísimo embajador argentino en esa época, el que fuera fundador de la Unión Cívica Radical (uno de los oximorones más graciosos que conozco), el doctor Marcelo T. de Alvear, de los Alvear de toda la vida. Esa noche de año 20, en el cabaré “El garrón”, rue Fontaine nº 6 , una mítica orquesta con Ferrer al piano, Chutto en el violín y Filipotto, Genaro Spósito y Manuel Pizarro como bandoneones se arrancó con “El entrerriano” cerca de la colina donde fue martirizado Saint Denís, desde donde, según cuenta la leyenda, parte el camino sagrado que conduce al cielo. Lo que pasó a partir de entonces será motivo de otra entrada.

Y ahora otra entrega más del exitoso concurso EL GARDELIN DE ORO. Concurso que va llegando a su fin, pues la infinita calidad del libro de la propietaria del blog no se corresponde con su finita extensión, y ya llevamos trece o catorce capítulos de los diecisiete de que consta. En fin, en el capítulo IV, Noches de farra, se puede leer el siguiente encabezamiento:

Te vi pasar tangueando altanera
Con un compás tan hondo y sensual
Que no fue más que verte y perder
la fe, el coraje y el ansia de guapear

Es facilita, pero aquí va una pista que es posible que sea también un buen inicio en el gusto por el tango:


Un abrazo a mis incondicionales, lo que no me llevará mucho tiempo. GAVION.

14 de octubre de 2008

LITERATURA POPULAR IV

Esta vez vamos a traer una selección de letreros encontrados en Chicago.
Los estadounidenses son muy dados a poner letreros para todo. Eso me lo esperaba. Lo que no me imaginaba es que tuvieran ese sentido del humor.

Nota: aunque suponemos que nuestros lectores son muy cultos, vamos a traducir los letreros por si acaso...
Anuncio de una empresa de derribos: "hacemos hueco."


En los cuartos de baño de un restaurante: "Los empleados deben lavarse la a manos antes de volver al trabajo. Los clientes, también. Gracias."

Mi favorito: en una tienda de decoración: "A los niños sin vigilancia les daremos un (café) expreso y un cachorrito gratis-"

25 de septiembre de 2008

GEOGRAFIA TANGUERA XV- X FESTIVAL II

Pasado ya más de un mes y perdido, por tanto, su discutible interés, me propongo cumplir con mi promesa de hacer una crónica de los espectáculos que pude ver mi último viaje a Bs As respondiendo a la llamad del X Festival de Tango. Será cortito y rápido.


Después de un largo y cansado viaje, nos instalamos en las habitaciones del hotel el sábado a eso de las ocho de la tarde, noche cerrada y fría en el invierno porteño. A las ocho y media llamé al Torquato Tasso y reservé una mesa para ir a escuchar a Juanjo Domínguez. A las nueve, aún con los oídos taponados por el descenso del avión, saqué a mi acompañante de la relajante atmosfera de su habitación, ya sabías lo que te esperaba, hermana, y nos dirigimos hacia San Telmo
A Juanjo Domínguez ya lo había visto varias veces, la última aquí mismo junto a mi padre y a mi buen amigo Horacio Reinoso. En esa ocasión acompañado del bandoneón del gran Julio Pane en una tradición que enlaza con otros míticos dúos de bandoneón-guitarra como los relativamente recientes Arias-Montes, Mederos-Brizuela, el mismo Juanjo Domínguez-Barboza, Walter Ríos –Ricardo Domínguez o los más clásicos de Ciriaco Ortiz y Spina-Menéndez en los años 30, del mismo Ortiz con Del Lio en los 70 o, palabras mayores, Troilo-Grela. Aprovecho para hacer un poco de pedagogía histórica. La guitarra proporcionaba la base rítmica y armónica en los conjuntos incipientes del incipiente siglo, y es a partir de los años 20 , coincidiendo con el cambio de escenario, con la mudanza del patio al salón cuando abandona la escena orquestal. Más concretamente, y esto viene al hilo de una entrada de Malena en su blog “MALENA CANTA EL TANGO” a partir del abandono que hace del instrumento la orquesta de Pacho Maglio en los años centrales del 20 sustituyéndolo por el piano.


Bueno, que me disperso. El Torquato estaba casi lleno y el espectáculo, en un alarde de originalidad, empezó casi puntual. Así pues tuvimos que comer a oscuras ( por cierto, un tirón de orejas para la comida, que hace algún tiempo la tienen en caída libre). El espectáculo cumplió, pero como le suele pasar a Juanjo Domínguez, estuvo falto de emoción. Es tal el dominio técnico del guitarrista que le cuesta enganchar al no dejar lugar al alma , al error. Con respecto al resto del trío, le sobraban los otros dos. Le acompañaba un guitarrista que estaba de comparsa. Sólo se oían los interminables arpegios del maestro, variaciones delirantes fruto de sacar de paseo su mano por el mástil de la guitarra, que no terminaron de gustar al público. Y una cantante con menos registros que un encefalograma de la momia de Lenin. En resumidas cuentas, un espectáculo algo frío, y como decía Woody Allen, además corto.



Al finalizar el concierto, acompañé a Pipistrella al hotel y yo me acerqué a la esquina Homero Manzi, donde había un espectáculo de trasnoche con Guillermo Galvé. Durante el recorrido en taxi, el taxista nos habló de los ladrones de la política argentina, de los “chorros” que los gobernaban, de los amigos de los Kirchner, de que el robo y el timo se había establecido en los huesos de la república, que los brasileños y, sobre todo los chilenos, les estaban comiendo el terreno por ser más honrados y que de cada dos cosas que compras en Bs As una y media es “trucho”. Al día siguiente me di cuenta de que el “honrado” taxista me había colado un billete falso de 50 pesos (se de uno que estará ahora muerto de risa) y no pude por menos que reconocerle la razón.

Llegué a Homero Manzi ya empezada la función. Eramos pocos, unos 20, de los cuales cinco o seis en una misma mesa no dejaban de reirse y hablar. Por suerte a la media hora se largaron. Una pena. El espectáculo era simpático, un pianista acompañaba a Galvé y a una chica llamada Casares (a la que yo no conocía) que cantaban tanto por separado como en dúo, con diálogos entre canciones de discusiones perejiles pero ajenas al mal gusto, y con cierta gracia. Es verdad que daba un poco de pena ver a Galvé cantando para un auditorio tan escaso, pero dejando de un lado el pastiche de Casares vestida de Evita, tan blanca e iluminada, cantando “no llores por mí, Argentina”, no estuvo mal. Incluso hubo momentos estupendos, como la interpretación que nos regaló Guillermo del tema “la última” de Camilloni y Blanco.

En una mesa próxima me pareció ver a Adriana Varela, y en eso estaba yo cuando Casares saludó a la pareja como compañeros. Sin embargo no lo era, aunque yo sigua dudándolo. El saludo iba dirigido al hombre, que no me sonaba de nada, hasta que habló de su obra más conocida: la zamba “mujer y amiga”. ¡Hombre, Robustiano Figueroa! Para quien no conozca a este folclorista, lo que no le condena al infierno, diré que es el hermano del famoso Hernán Figueroa Reyes, también conocido como “el cantor enamorado”, muerto en los años 70 en un accidente de circulación en la cresta de su popularidad, como si fuera un Sosa cualquiera.
Al acabar el espectáculo, me acerqué, me presenté y me quedé charlando con ellos mientras dábamos buena cuenta de una botella de semillón. En eso llegó Galvé y se unió a nosotros durante un ratito. Aproveché para comentarle que sólo le había visto en directo en una ocasión, y fue en 2003, en el auditorio de la 2X4, en un concierto del que aún recuerdo su versión de “La última curda”(para mí el TANGO con mayúsculas), dentro de un proyecto que la radio 2X4 tituló “Tango en Vivo” y en el que se publicaron 5 CD´s en lo que es, a mi modo de ver junto con el proyecto del Café de los Maestros, lo mejor que se ha hecho a favor del tango como monumento cultural en los últimos tiempos. Me corrigió y me dijo que la canción que el cantaba en esa recopilación era “alma de loca” de Carazza y Font, y yo, por discutir de cosas que no debo, perdí la apuesta. Suerte que no va a venir a cobrármela. En fin, todo esto hizo que aquella fuera una velada agradable.

Decía Chico Novarro que Bs As es la única ciudad en la que se puede estacionar el corazón a cualquier hora. Yo diría, además, que es la única ciudad en la que uno puede tomar una focaccia caliente a cualquier hora. Así es que, previo paso ritual por la peña tanguera del Bar de Roberto, en Medrano, la noche acabó con una focaccia de queso calentito en la calle Corrientes. Ya saben:


“no se sueña nada ilustre
cuando el buche está vacío”


Por cierto, en la librería libertad, de la calle Corrientes, me pasó una anécdota significativamente clarificadora, que no voy a contar porque ya lo ha hecho zuppi en su última entrada.




Para acabar esta primera jornada, y respondiendo a la petición de un amigo, ahí van unos datos:
-Entrada y cena en el Torquato: 70 pesos por persona
-Entrada y botella de Malbec en Homero: 45 pesos
-Focaccia y cerveza: 30 pesos
-A esto hay que añadir los taxis, pues son lugares muy alejados entre
si, incluidos los cincuenta pesos que me clavó el taxista honrado.

En vista de que nuestro último Gardelín de Oro sigue sin ser resuelto, el de hoy será mucho más fácil. En el capítulo XII del afamado libro de la propietaria del blog, y del que ya quedan pocos ejemplares, dense prisa, se puede leer

"Alguien chaira en los rincones el rigor de la guadaña,
y anda un algo cerca´el catre olfateándome el cajón”



Esta es facilita, a ver si hay más suerte. Yo la tengo grabada por Gardel en un EP de Odeon con una portada infame del morocho vestido de gaucho. Es uno de los primeros discos de tango que tuve, heredado de mi viejo. Creo que las otras canciones que venían eran “El rosal”,”aquel tapado de armiño” y “Tomo y obligo” aunque puedo estar equivocado porque no lo encuentro por ninguna parte.

Un abrazo a mis incondicionales. GAVION.