Seguramente porque he empleado los primeros días de 2025 en leer “Yo, Julia”, de Santigo Posteguillo y los segundos leyendo noticias sobre Donald Trump y su inminente toma de posesión como 47º presidente de los Estados Unidos de América he pensado en cómo han cambiado las cosas en estos 2000 años de historias imperiales (a mejor, afortunadamente) pero cómo, en el fondo, la naturaleza humana sigue siendo similar.
Para quien no lo sepa, que debe ser casi nadie, “Yo, Julia” cuenta la historia (convenientemente novelada) de la conquista del poder absoluto de Roma por parte de Septimio Severo instigado por su mujer, Julia Domna.
Intrigas, batallas, intentos de asesinato y asesinatos consumados, eliminación física de rivales y sus familias, momentos de clemencia, recompensas, compra de voluntades, reparto de botines, forja de alianzas, traiciones... todo movido por la ambición ilimitada de poder de algunos personajes y por los intereses diversos de todos los demás.
Repasando el camino de Trump hacia la Casa Blanca por segunda vez, he visto muchos paralelismos con el “año de los cinco emperadores” del imperio romano:La designación de los candidatos presidenciales, las votaciones en los caucus y la reestructuración de alianzas conforme se van retirando los aspirantes son como las intrigas en busca de los apoyos senatoriales y las primeras escaramuzas.
Hemos tenido hasta intentos de asesinato del candidato a emperador.
Apartar al viejo emperador (Biden) porque no da la talla y encontrar a quien ocupe su lugar en la pugna final se parece a la eliminación de Pertínax, la elección de vicepresidente, similar a la elección de césar que busca apaciguar enemigos y forjar alianzas y la jornada electoral final es como la batalla de Lugdunum.
Y la toma de posesión, los juegos que se celebraban para contentar a la plebe cuando se proclamaba un nuevo emperador.
Los indultos finales de Biden son similares a las artimañas que empleaban los emperadores para proteger a sus familias de la venganza de su sucesor.
Los indultos de Trump a los asaltantes del capitolio, las recompensas a quienes fueron leales en los malos tiempos.
Y los doscientos decretos firmados en unas horas, son una damnatio memoriae en toda regla.
Podríamos seguir analizando el papel de Musk, como un augur, las ansias expansionistas, las alianzas internacionales, la idea de la “paz mediante la fuerza” ("si vis pacem, para bellum") y muchos detalles más.
Es reconfortante que, aunque no hayan variado las motivaciones ni la ambición de poder, los métodos empleados sean menos sangrientos.
Pero, como dice Paco Álvarez en su nick, @romanos_somos
Por cierto, con quien yo me siento más identificada es con Claudio Pompeyano, que renunció a la púrpura en tres ocasiones (no aspiro ni a que me la ofrezcan nunca).