Antes de nada volver a decir, hasta aburrir no se a quién, que esta es la segunda parte de la entrada, y si hay alguien tan asombrosamente demente como para querer leerla entera, debe retroceder un escalón. No se si mi madre me estará leyendo, pero, mamá, haz un esfuerzo, que para eso está la familia.
El sábado a la 10.30 de la mañana nos “madrugaron” Mar y Mon. Mar y Mon son unos amigos que, con aviesas intenciones, se apuntaron al fin de semana milonguero y que son una especie de metáfora de lo que, aunque les pese a los nacionalistas, es España. Vasco él, catalana ella, se conocieron en Madrid, son padres de tres hermosas valquirias rubias y viven en un pueblo colgado en una sierra de la Costa del Sol de donde es originario el “padre de la patria andaluza”. Afortunadamente muy pocos andaluces conocen el pueblo y casi ninguno al iluminado en cuestión. Total que allí estábamos un vasco, un valenciano, una madrileña con raíces aragonesas y una catalana en Andalucía, todos huidos del la idea predominante de las autonomías estancas que acabarán consiguiendo que estas reuniones sean equiparables a asambleas de la ONU, con interpretes incluidos. La indiferencia de esta pareja por los nacionalismos es prueba de su inteligencia (y eso que en su caso han sido determinantes).
A las 10.30 sonó el teléfono y contesté mientras empezaba a “quemar el sol mi lento caracol de sueño.”
-Pero...¿dónde estáis? (Gruñí aún grogui por el gancho de izquierdas del ring telefónico)
-Estamos llegando a Antequera.
-¡Ah, qué bien! Pues dadle recuerdos de mi parte al...
-No hombre, no, eso es de Archidona, no de Antequera.. Lo de aquí es el Torcal.
-Bueno, bueno, no se en qué estaría pensando.
Como el día era estupendo salimos a desayunar a la calle y nos tomamos unos churros calentitos, como debe de ser, en la plaza de María Pineda. No se puede escribir en este blog y dejar pasar la oportunidad de rendir honores a la causa liberal, así pues el lugar estuvo bien elegido.
Una vez reunido el grupo acudimos a Bib-Rambla a disfrutar con la milonga popular que, como el año pasado, estuvo acompañado de buen sol, buenos bailarines y buena música. Tocaron en directo de nuevo “Pulso ciudadano” y estuvo animada, concurrida, entretenida y festiva. Creo que es uno de los pilares del festival.
El mediodía del sábado es, además, el momento reservado para los encuentros familiares. Al socaire de las tabernas granadinas comienza el rosario de tapas y primos. Nuestros primos granadinos son amantes de largas horas de escavio y charlas sin prisas. Se forma un “núcleo duro” que se mueve por todo el centro de garito en garito y a este grupo se van sumando y restando y volviendo a sumarse primos y más primos durante las cuatro o cinco horas del aperitivo. En cierto modo la situación se asemeja a la novela de la propietaria del blog, donde personajes entran y salen, aparecen y desaparecen, con la única diferencia de que la novela es finita, y sin embargo, este baile tapero-granadino parece no tener fin. Se lo avisamos a nuestros amigos, y así fue hasta que a las seis de la tarde abandonamos con Mar y Mon porque teníamos negocios de los que hablar.
Hablar de negocios con Mar y Mon es un decir. La discusión deriva en un monólogo hábilmente gestionado por Mar, quien acaba diciendo lo suyo y lo tuyo mientras tú esperas expectante el momento en el que acaba venciendo lo suyo ya derrotados los argumentos con los que él defiende lo tuyo, alguno de los cuales tú no habías ni pensado. Ya se que lo inteligente sería dar tu brazo a torcer a las primeras de cambio, pero... ¿quién tiene el poco corazón de privar a unos amigo de esos momentos de gloria y diversión?. Así es que sí, aceptamos pulpo como animal de compañía.
“Venga, nos vamos ya al hotel, que son las ocho y a las nueve empieza la función.”
El sábado en el teatro había un programa atractivo. La primera parte era una adaptación de un espectáculo mayor, “Tango mío”, en el que la narradora, Valeria Sabena, representa a la ciudad de Buenos Aires y, entre perorata y perorata, se alternan números musicales sin demasiada cohesión argumental. Es posible que esta línea argumental se pierda por ser esta una versión reducida del original, pero dejando eso a un lado es éste un tema ya muy manido. Tanto en grandes espectáculos como en pequeños montajes de café-concert resulta poco original el recurso a la personificación de la ciudad en una actriz muy en la línea ligeramente histriónica de la tradición del teatro argentino. Lo mejor, sin duda, el número de la pelea de malevos por su originalidad, y para respetar a los que vayan a ver el espectáculo, hasta aquí llego y no puedo decir más. Es de agradecer que, tal y como está el patio y teniendo en cuenta los costes, compañías tan numerosas se atrevan con el tango. Tan sólo una cosa, el tango se baila de pié, no arrastrándose por los suelos (por otra parte invisibles desde la platea) aunque sea al son del tango electrónico.
La segunda parte era la actuación de Caracol, uno de los platos fuertes de este festival. Roberto Paviotti “Caracol” es ya un histórico del tango, con una personalidad algo arisca en el escenario y poco dado a alegrías ni complicidades con su público, a los que excepcionalmente regala con algún sabroso comentario. Conozco y sigo a Caracol desde el año 1999. En el 2000 lo oí por primera vez en directo en el Club del Vino, en Palermo, acompañando a María Volonté. El año siguiente repetí en el Café Homero y desde entonces, cada vez que voy a Buenos Aires lo busco y, si lo encuentro, no le fallo. Lo he visto en el desaparecido Teatro-Bar Muñón, en el C.C. del Sur, en Como gallo para Esculapio, en el Tocuato Tasso, en el C.C. de la Cooperación en la calle Corrientes y este último agosto en los almacenes Harrod´s. Siempre igual, como ausente y olvidadizo, algo serio pero con una voz grave y profunda que hace las delicias de los aficionados. Tiene en Buenos Aires cierta controversia su estilo, pero no deja de ser una figura. Sus discos son, además, estupendos por el acierto en la elección de los temas mezclando obras clásicas (no hay quien cante mejor “Flor de Lino” o “Fruta amarga”) con otros no tan clásicos (es el mayor divulgador de Chico Novarro) y otras de compositores actuales e incluso propias. En el último disco de María Volonté canta un par de temas a dúo que son una verdadera delicia y tengo discos de “Tango chino” y de la Signaut con colaboraciones estupendas.
Escribo todo esto para que vean que soy un fan de Caracol, y por eso me quedé algo frío con su actuación. El repertorio estaba bien elegido aunque algo corto, y aún conociendo sus problemas de salud no está bien hacer un solo bis y de un tema casi desconocido, que es la demostración de no querer seguir. Aún así, lo bordó en “Garúa”, en “El último round” y en la divertida “Milonga del raje”, que él bautizó como “Milonga para Constancia” después de una graciosa historia de amor y abandono. Yo he visto a Caracol acompañado por el piano de Tato Finocchi, por la guitarra de José Teixidó o por su propio cuarteto allá por el 2003, por eso no me gustó el acompañamiento del dúo de guitarras que se ha agenciado. Tanguido es un dúo que comienza con él ahora y están faltos de rodaje. Todo se andará.
Acabó el espectáculo y a la salida nos encontramos con Caracol en la calle y estuvimos hablando un buen rato con él demostrando una cercanía inédita. Espero verlo de nuevo en Buenos Aires, lo que será una estupenda noticia para los dos.
Cenita y trasnoche, y aún no he oído una mala queja de Mar y Mon. Mon está ya algo cansada (“la falta de costumbre” nos quiere hacer creer) pero accede a acudir al trasnoche viendo las ganas de baile de Mar y con la promesa de no alargarse demasiado, promesa que nosotros le mentimos.
En el trasnoche de los Basilios volvemos a coincidir con Cecilia Bonardi, con “Pulso ciudadano” que de nuevo tocaba esa noche, con los bailarines de los espectáculos anteriores y con Caracol.
Con todos ellos conversamos y eso es lo mejor del trasnoche, la accesibilidad que demuestran los maestros una vez desnudos de luces y telón. Pasan a ser un aficionado más y así se comportan. Da gusto ver a figuras del baile compartiendo pista, y sin destacar, con el común de los mortales. Estuvo entretenida, quitando el ratito del tango electrónico que vació la pista, y no conseguí que ni Cecilia ni Caracol subieran al escenario a regalarnos un tema fuera de programa. ¡Qué diferente con el año pasado cuando Guillermo Fernández acompañado por el piano de Cristian Zárate nos cantaron “Naranjo en flor” y “Vida mía” bajo la emocionada mirada de Horacio Ferrer!. Mar y Mov, Mov y Mar, cumplieron y se fueron a eso de las dos. Nosotros aguantamos hasta las tres y media porque el cansancio empezaba a hacer mella y al día siguiente teníamos excursión albaicinera, comida familiar, despedidas y viaje de vuelta, pero como éste es un blog de tango (y liberal) está fuera de lugar comentar las excursiones turísticas, eso se lo dejamos a Lonely Planet.
Ya acabo, tan solo comentar dos cosas. Este 21 Festival de Tango de Granada estaba dedicado al transporte colectivo de pasajeros, pero después de tres días de actividades aún no entiendo por qué. Igual podría haber estado dedicado a la conquista del Everest, o a la fauna autóctona de Ocenía y nada hubiera indicado lo contrario. Y la segunda es que se cumplieron todos los horarios escrupulosamente, incluidos los de los vuelos que tuvimos que utilizar.
si tus ojos negros me quieren mirar..."
Los que no lo acierten pueden votar a Zapatero y no se les tendrá en cuenta.
3 comentarios:
¡Qué mania con que soy madrileña!
¡Soy malagueña. Ma-la-gue-ña!
Hola!!!! me gustaría leer el comentario de la noche de cierre del festival de Tango de Granada!!!!.Quiero saber como estuvo!!!!, gracias, Adriana
Amiga milonguera Adriana. También a mi me gustaría poder escribir sobre el último día, pero desafortunadamente no estuve allí. A ver si el año que viene podemos completar la crónica. Gracias por leernos.
Y para ZUPPI.¿Cómo dudar de tu origen? ¡Salerosa, más que salerosa!
Publicar un comentario