28 de octubre de 2008

GEOGRAFIA TANGUERA XVII- Tango en París, orígenes



Anclao en París, Claudinette, Qué hacés che parisien, AROLAS, Madame Ivonne, Una noche en el Garrón, CADICAMO, La que murió en París, Margo, Noches de Montmartre, Francesita, PIAZZOLLA, El tango vuelve a París, Griseta, Gardel en París, Así es Ninón, Canaro en París, MOSALINI, París otoñal, Araca París ...

Pianté de Puente Alsina para Montmartre
Que todos me decían pa m´engrupir
Tenés la pinta brava p´acomodarte
Con la franchuta vieja que va´l dancing
¿Qué hacés en Buenos Aires?, no seas otario
amura esas milongas del Tabarís
con tres cortes de tango sos millonario
¡morocho y argentino! Rey de París

...y GARDEL.


Si hay una ciudad fuera del ámbito geográfico Rioplatense indisolublemente unida al tango, esa es PARIS. Es más, muchos estudiosos opinan que el tango es una especie de música de ida y vuelta, esto es, que no fue realmente popular en la Argentina hasta que no vieron los viajeros de la alta sociedad porteña que pululaban por Europa que había triunfado en París, permiso o justificación necesaria para blanquear una música hasta entonces no muy bien vista. Remito al lector a la estupenda letra de la milonga del uruguayo Mastra “abran cancha”.

En los albores de la Gran Guerra, al grito germano de NACH PARIS, NACH PARIS no sólo cruzaron las fronteras belgas los ejércitos imperiales, sino que también lo hizo otro ejército más modesto y pacífico que, con el fuelle como arma, se dejó caer por Montmartre. Obviando alguna presencia corta y puntual anterior, cuatro tipos fueron los primeros representantes de la música popular Rioplatense en la ciudad de la luz. Tres músicos, Celestino Ferrer, Eduardo Monelos, Vicente Loduca y un bailarín, Casimiro “el vasco” Aín, comienzan su andadura en la Francia prebélica tangueando en el cabaré “Princesse”, en pleno Montmartre, edificado sobre uno de los innumerables cementerios de la zona y de donde se sacaban huesos cada vez que el patrón hacía una ampliación. Mas tarde el “Princesse” se convertiría en “El garrón”, donde actuarían las orquestas de Pizarro, pero ya hablaremos de ello.

No se eligió bien el momento, y esta primera aventura seria fue mas novelística y pintoresca que otra cosa. Loduca, aprovechando sin duda la agilidad que el bandoneón le proporcionaba a sus manos, derivó hacia la magia y al poco tiempo se fue a trabajar como prestidigitador (Houdini era entonces un fenómeno de masas) a Brasil. Así pues Ferrer tuvo que llamar urgentemente a otro bandoneón, Filipotto, para poder continuar. Poco después enfermó Monelos. Ferrer tuvo que reclamar a un reemplazante, Pepe Chutto. Cuando llegó Chutto, Monelos embarcó en un carguero rumbo a Buenos Aires, y bien por su enfermedad o bien por la mala travesía, murió dos meses después de internarse en un sanatorio. En fin, todo muy del gusto de las novelas de la época, aunque nada comparable con la historia de uno de los personajes con los que compartieron época y ciudad, Mata Hari.

Cuando el presidente Poincaré pone en pie de guerra a su país, el grupo decide embarcar hacia Nueva York. Todos menos Pepe Chutto, al que parece que le debía atraer que lo ensartaran en el pincho del casco de algún soldado de la tríplice.

En Estados Unidos el desconocimiento del tango por esa época era casi tan grande como el desprecio que tienen ahora por nuestro actual presidente de gobierno, aunque bastante menos merecido, así es que no se comieron una rosca. Como ven, igual que nuestro jefe, no les miento. Trabajaron en lo que pudieron, y alquilaron una habitación compartida con un italiano de 15 años llamado Rodolfo Guglielmi. Pues bien, este “tano” se convertiría poco después en el gran Rodolfo Valentino. Digo yo que algo aprendería de estos jóvenes argentinos para crear el papel de galán gaucho por el que suspiraban todas las polleras del globo. ¿es o no una vida de novela?

París se libró de la invasión, Alemania se hundió a orillas del Marne y el radical Clemenceau tomo las riendas de la república. Curioso elemento este Clemenceau ahora que empiezo a leer algo de la historia de Francia de entresiglos. El caso es que París retomó con fuerza su papel de ciudad de las tentaciones o de edén prohibido, y encima a precios de antes de la guerra. Se llenó de extranjeros, sobre todo de americanos que con un dólar sobrevalorado huían de la ley seca para bañarse por pocos francos en las rubias burbujas del champagne. Afortunadamente también regresaron Ferrer y su grupo.


Manuel Pizarro fue el primero, y por tanto el más importante, del triunvirato del tango en París junto con Eduardo Bianco y Cadícamo. En 1920, junto a Genaro Spósito, desembarca en Marsella del paquebote “Garona” procedente de Buenos Aires. No parece un cambio muy ventajoso que los marselleses mandaran a Buenos Aires “souteneurs “ o macrós y a cambio les llegara un músico que había sido discípulo de Juan Maglio y había tocado con De Caro y Arolas. El caso es que allí estaban para iniciar el verdadero asalto a Europa. El asalto musical, porque ya hacía algún tiempo que París se había ido llenando de engominados jóvenes con pinta y maneras de niño bien de la élite porteña que paseaban su sólida fortuna “tirando manteca al techo” por París (como Vicente Madero, que acabó siendo el mentor de Pizarro) así como de altos cargos, diplomáticos y funcionarios argentinos enviados como espejo de un país en sus más altas cotas de riqueza y progreso (quién te ha visto y quién te ve) como Güiraldes.
Después de un fugaz paso por Marsella, se traslada a París, y allí se encuentra en el hotel Pigalle con el grupo de Ferrer. Pizarro, junto con Ferrer y Vicente Madero, se entrevista con Elio Volterra, que es el dueño del cabaré “Princesse” y consiguen convencer al gabacho de que había que dar un giro al negocio. Embajadores sudamericanos, diplomáticos argentinos, jóvenes de buenas familias porteñas, hacendados y turistas permanentemente ataviados de smoking era un mercado a tener en cuenta. Consiguen criollizar el cabaré, despedir a la orquesta de jazz que hasta entonces era la atracción y que estaba compuesta por soldados americanos que permanecieron rezagados tras la guerra, incluido el negro del banjo, ¡qué le vamos a hacer si en esa época no había políticas de discriminación positiva! , y hasta le cambiaron el nombre por otro más acorde con la nueva etapa:”El garrón”. Pizarro manda llamar a Genaro Spósito y este acude raudo al hotel Pigalle, que acaba convirtiendose en pedazo de Buenos Aires en el arrondissement XVIII, como si fuera la ochava de Esmeralda y Corrientes.

La suerte está echada, y sólo falta un requisito que comentaré por curioso; el vestuario.
Se preguntará el avispado lector cómo siendo el tango una música eminentemente urbana las primeras orquestas que lo exportaron a Francia, e incluso el mismísimo Gardel, salían al escenario infamemente vestidos de gaucho. Pues bien, este era un requisito del Sindicato de Músicos, dependiente de la Unión de Excombatientes, necesario para poder actuar cualquier espectáculo extranjero. Sólo los músicos locales podían actuar en salas de baile sin necesidad de ir disfrazados. Toda una premonición en casa del país que pretende liderar la refundación del capitalismo.
Llegó el día del estreno, y entre el público expectante se encuentra el mismísimo embajador argentino en esa época, el que fuera fundador de la Unión Cívica Radical (uno de los oximorones más graciosos que conozco), el doctor Marcelo T. de Alvear, de los Alvear de toda la vida. Esa noche de año 20, en el cabaré “El garrón”, rue Fontaine nº 6 , una mítica orquesta con Ferrer al piano, Chutto en el violín y Filipotto, Genaro Spósito y Manuel Pizarro como bandoneones se arrancó con “El entrerriano” cerca de la colina donde fue martirizado Saint Denís, desde donde, según cuenta la leyenda, parte el camino sagrado que conduce al cielo. Lo que pasó a partir de entonces será motivo de otra entrada.

Y ahora otra entrega más del exitoso concurso EL GARDELIN DE ORO. Concurso que va llegando a su fin, pues la infinita calidad del libro de la propietaria del blog no se corresponde con su finita extensión, y ya llevamos trece o catorce capítulos de los diecisiete de que consta. En fin, en el capítulo IV, Noches de farra, se puede leer el siguiente encabezamiento:

Te vi pasar tangueando altanera
Con un compás tan hondo y sensual
Que no fue más que verte y perder
la fe, el coraje y el ansia de guapear

Es facilita, pero aquí va una pista que es posible que sea también un buen inicio en el gusto por el tango:


Un abrazo a mis incondicionales, lo que no me llevará mucho tiempo. GAVION.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Malevaje. 1929
Música: Juan de Dios Filiberto
Letra: Enrique Santos Discepolo

Si gano yo cambio el pincho de tortilla por otro viajito contigo a Buenos Aires.

Un beso.
Piazzollina

Anónimo dijo...

Piazollina: me voy a chivar de que miras internet en horas de trabajo...

Anónimo dijo...

Perdona "anónimo bonico",
mira la hora y te darás cuenta que ... Bueno, para qué dar explicaciones.

Piazzollina.

Adolfo Conesa dijo...

Para que no te pongas celoso por no enviarte comentarios a tus entradas. Aunque llego tarde, mi respuesta es:

Malevaje
Composição: Enrique Santos Discepolo.

Me alegra que estes bien... tras el fin de semana accidentado.

Saludos.