
Seis a uno. Seis a uno es el cambio actual. Si en vez de en euros hablamos en dólares, el cambio estaba alrededor de cinco. Eso lo oficial, porque en la calle la gente te cambia el dolar por siete, cosa de las restricciones. En los años siguientes al corralito, se cambiaba el euro a cuatro, más o menos, y sin embargo los precios eran baratos. Ahora, a seis, son prohibitivos, pero ahí está KK, doña erre que erre. No se, muchos de ellos no piensan así, y seguramente el equivocado soy yo que solo soy porteño ocasional, pero no termino de ver acertada esa deriva bolivariana.
Todo esto para iniciar esta entrada, una de esas crónicas de viaje tanguero, de borrachera del dos por cuatro, de empacho milonguero que tanto me ayudan a pasar de Rajoy y de la prima de riesgo, de Artur Más y su mezquindad independentista o de Pelegrino y la falta de fútbol del equipo. De jueves a domingo, cuatro días bonaerenses reparadores del espíritu. Y culpables de esta entrada que voy a perpetrar. Intentaré colocar algún enlace. A ver si puedo.
El jueves de madrugada llegué a Buenos Aires, en esta ocasión con un programa bastante completo que, aún así, dejaba huecos para posibles sorpresas. Me hospedé en un hotel en la calle Salta, en el barrio de Monserrat. El hotel resultó ser un hostal de mochileros, muy espartano pero limpio. Para descansar del viaje, me intenté echar una siesta y entonces me dí cuenta de lo arduo del aprendizaje musical, sobre todo para los familiares de los musicantes .En la habitación de enfrente se hospedaba un joven alemán que intentaba emular a Troilo, aunque con infinitamente menos armonía. Vamos, que no era capaz de sacar de su bandoneón dos notas reconocibles seguidas. Pero ya se sabe lo que son los alemanes. Repetía y repetía la misma frase musical inundando de desafinadas corcheas cada rincón del hotel. No entiendo cómo nadie protestaba, quizás por eso del "buen rollito" que reclamaban los carteles colgados en las zonas comunes, que si una cerveza ayuda a hacer amigos, que si el idioma no es problema (¡si lo supiera Mas!), que si hay que estar receptivo al conocimiento mutuo, que si patatín, que si patatán... el caso es que el teutón probaba con el bandoneón y probaba con nuestra paciencia. Acabó con lo segundo sin ser capaz apenas de empezar con lo primero. Lógicamente cambié de hotel el día siguiente.



Quedé con mi amigo Horacio, que como siempre se retrasó, aunque menos que Ofidio.Así debe ser, que eso de la puntualidad es para pobres de espíritu. Yo ya había dado cuenta de una quilmes de tres cuartos, y junto con una botella de shyraz y un par de pizzas nos engullimos todos los divertidos temas de Silvio. La Milonga de La Pochi, As Chorongas, Tribus... En fin, hubo un momento emotivo cuando cantó, según él después de dos años sin hacerlo, un tema llamado Último tren a Once. Es este un tema de hace ya cuatro años sobre el Sarmiento, un tren que llega desde la provincia a la estación de Once y que el año pasado sufrió un terrible accidente en el que murieron un montón de personas. Como sea que lo que cantaba se acerca bastante a la realidad que produjo la tragedia, lo había retirado para no herir gratuitamente, pero los duelos hay que pasarlos y después olvidarlos. En fin, agradable el sitio, estupendo el shyraz, fantástico el concierto y entrañable la charla que tuvimos después Horacio y yo con los artistas.

El concierto acabó a eso de la una y media, y Horacio me acercó al Sanata, donde actuaba el quinteto de Pablo Mota. Como estaban en uno de esos descansos laaaargos, me acerqué tres cuadras arriba de la calle Sarmiento a ver si en Mandiyú había algo. Este lugar es una pizzería regentada por Juan Manuel, un Correntino amante de la música, de los trasnoches, de la cerveza y de los amigos con los que comparte todo lo anterior. Embajador del Litoral en la Reina del Plata además de presidente honorario del club de fútbol de su tierra, que ha acabado adquiriendo su nombre (el de la pizzería, no el suyo). En una ocasión hace mas de un año, cuando en la esfera del reloj la noche hace un par de horas dejó de ser noche pero aún falta otro par para que sea otra cosa, vagábamos Gurrión, la Rana y yo sin saber muy bien dónde abrevar. Nos habían cerrado la Catedral de Almagro y nos resistíamos a darnos por vencidos. De repente, en un garito con la persiana medio tirada oímos música. ¡Vamos muchachos, de nuevo "el mudo" nos echa una mano!. Y allí entramos con toda la desvergüenza que nos daba nuestro estado. Resultó ser una reunión de lujo, con Rudy Flores de maestro de ceremonias y un grupo brasileño que estaba de gira por Bs As y en el que tocaba Sebastián Luna, un musicazo que tiene de ciego lo mismo que de genio, y es ciego perdido. También estaba Bartolomé Palermo y un par de cantantes de quitarse el sombrero. Y todo ello porque Juan Antonio es un gran tipo y logra hacer de su pizzería algo especial. No solo no nos piantaron, sino que al final no nos dejaban irnos, y tuvo que ser después de desayunar cuando pudimos volver al hotel. Bueno, pues un año después, la semana pasada, paso por delante de la vidriera del boliche y me quedo mirando al grupo que estaba tocando cuando de repente, del fondo del garito sale Juan Antonio que me reconoce y me invita a sentarme con ellos. Reconozco mi sorpresa inicial, aunque al final de la noche comprendí que para un correntino, un amigo es un amigo aunque sólo lo haya visto una vez. Me disculpé porque había quedado en el Sanata con gente, pero le prometí que en cuanto acabara me acercaría un ratito.

Pablo Mota es un contrabajista que tiene un quinteto bastante aceptable, tocaba en el Sanata, aunque no había mucho ambiente en el local. Me quedé hasta el final, estuve hablando con ellos, preguntándole por su padre, gran pianista y arreglador, y hablando de conocidos comunes..


El viernes era el día que tenía reservado para El Faro. Allí presentaba su disco un amigo del que creo haber hablado alguna vez. Se hace llamar "El negro falótico" , no se muy bien por qué. El caso es que no es negro, y ahí me quedo. Pero cantar,lo que es cantar,canta como los grandes. No me lo podía perder.
Por la mañana estuve comprando unos discos en Zivals y alguna disquería más, y después de un reparador asado con chinchulines incluidos y el malbec correspondiente, siestecita y en marcha.


A las diez llamé a un taxi y comenzó la excursión hacia los oscuros barrios que separan las mentirosas luces del centro que tantos tangos han inspirado y que a tantas minas han arruinado la vida, del barrio de toda la vida, de ese barrio que es el origen de mil heroínas tangueras. Cuarenta minutos más tarde entré en El Faro, donde ya estaba casi todo preparado para lo de el Negro.

Allí estaba, trajeado como para una audición en Radio Belgrano con la orquesta de Darienzo, el Negro Falótico. Se hace acompañar por el quinteto de Anibal Corniglio, un guitarrista joven al que conocemos hace años. Realmente el quinteto se quedó en un terceto, pues al faltar el fuellero, Anibal decidió que no tenía sentido el violín, con lo que el Negro cantó con piano, guitarra y contrabajo. No entiendo ni papa, pero los profesionales aplaudieron esta decisión de apartar al violín, el pobrecito.


Y allá, entre Parque Chas y Agronomía, a las tres del amanecer,se encontraba un gallego perdido con dos músicos, un tabernero, la gente de la barra y algún chalado más hablando de Troilo, Decaro, Pontier... Y no dejaba de llover. Se acabó la carne, se acabó el escabio y se acabó la cena. Pero no se acabó la noche, que empezaba a no serlo. Gavión con la que está cayendo no te podés ir, te venís a casa, tomamos algo y más tarde llamamos un remise que te lleve al hotel. Vale , Cucu, estoy ya derrotado, como quieras.

Suena un timbre. Mira, aquí está el remíse. Gracias por la velada. No, gracias por venir a visitarnos, y que haya más veces. Me lleva al Abasto, por favor.¡Ah, gallego! ¿Y de qué parte sos? De Valencia, digo pensando que como no la conoce allí acaba la conversación. ¡Che, Valencia, qué lindo! Yo tengo un hijo allá trabajando en el Perelló. ¡Joder, de todos los tacheros de Bs As voy a dar con el único que conoce Valencia, y yo que con lo que sueño es con el desayuno y la cama!. ¡Pero contame! ¿Cómo están allá las cosas?Parece que bastante fuleras¿no? Es que ese Rajoy no parece que valga mucho, si siguiera Zapatero, sería otra cosa... Somnoliento lo oía y empezaba a pensar que no es verdad lo del hijo en Valencia. Y no paraba de llover..


El sábado dejó de llover. En Bs As dejó de llover, así es que aproveché la mañana para ir a comer a La farmacia, un café notable en el barrio de Flores, pero estaba cerrada y me tuve que conformar con un choripán en la calle. Más tarde me engrupieron para hacer un encargo a mi prima más tanguera. Yo que viajo ligero de equipaje tuve que usar mi ingenio para hacer hueco en mi minimaleta a un montón de dulces, abalorios varios y hasta una bandera argentina con mástil y todo. Todo sea por la familia, un beso Rita, y por los amigos, otro a vos, Adriana.
A las seis me acerqué a lo de Julio para despedirme de la gente de allí porque a las ocho tenía una cita con la historia en el Maipo.
Dentro de dos años se cumple el centenario del nacimiento de Anibal Carmelo Troilo, "Pichuco". Nació en el 14 y murió en el 75. De Troilo no hace falta decir nada. Todos los aficionados sabemos de él y no lo seríamos sin él.. Por sus orquestas pasaron los más grandes y el primer bandoneón y arreglador de su orquesta cuando le sucedió la muerte era Raúl Garello. Pues bien, Zita, la mujer de Pichuco, regaló a Garello el último bandoneón del maestro y Garello, años más tarde, lo cedió al museo de la Academia Nacional del Tango, donde ha estado expuesto hasta hace poco. Un buen día, al productor Gabriel Soria, se le ocurrió una brillante idea. Rescatar el fuelle y hacerlo roncar. El proyecto era ambicioso, pero ahí queda para la historia del tango. Reunió a 14 maestros del fuelle que compartieron música y escenarios con Troilo y pidió a cada uno de ellos que preparara un arreglo de su tema favorito del maestro. La idea era tocarlo con el mismo bandoneón que Zita regaló a Garello. El resultado es un emotivo espectáculo con catorce solistas impregnados de la emoción y la energía que les provoca tocar esas teclas. Con una puesta en escena en la que la luz se centra en el instrumento, dejando más oscuro al músico, porque de eso se trata, de ver a Troilo en cada uno de esos temas, de que sea él y su bandoneón los que estén sonando através de las manos de otros. Lavallén, Binelli, Garelo,Federico, Marconi,Garralda,Baffa... Y así hasta catorce. En fin, recuerdo la noche y aún me emociono. El,teatro Maipo repleto de gente y el escenario repleto de Troilo.Por más que intentáramos disfrazar la piel del alma, alguna lagrimita rodó. Feliz centenario y enhorabuena a todos los que hicieron posible algo tan lindo. Gracias.

Cuando acabó la fiesta, porque aunque solemne era una fiesta, salí como alma que lleva el diablo a por un taxi que me acercara a Los Laureles, donde mi amigo Lucio Arce promocionaba su tercer disco, sin duda el mejor, llamado "A la salida del cabaret". Ya el año pasado, en una madrugada milonguera, bastante maduros ambos, me cantó en primicia dos temas que tenía en mente y que se han concretado en este disco. Luego hablo de ellos.
¡Taxi! ¿Me lleva a la Av Uriarte al 2200? No, yo allí no le llevo. En la próxima esquina se baja del taxi. No se, tendrá prisa en regresar a su casa, y como esto está algo lejos... Bueno, da igual, llamo a otro. ¡Taxi! Mire, voy a Av Uriarte al 2200, por Barracas. ¿Es usted gallego, verdad, conoce usted el barrio? Hombre, un poco,....... ¿Y a dónde va usted? Pues mire, a un boliche llamado Los Laureles al que no he ido nunca. Mire, no le voy a llevar, hágame caso y busque otro lugar. Adiós y cuidado con la moto cuando abra.
¡Taxi! Lléveme a Av Uriarte al 2200, que hace veinte años que no veo a mi abuela y tengo a la familia esperándome. ¿Está usted seguro de la dirección? Ni Macri conoce mejor Barracas que yo, ande que se me hace tarde y se enfría el asado.
El tercer taxista no pudo negarse, pero noté que iba por el centro de la calzada, que no se acercaba a las veredas. ¿En qué callejón me he metido? Pensé.

Al entrar en el local pensé que había cambiado de siglo, como si de repente los últimos setenta años hubieran desaparecido. El lugar es una maravilla. No puede uno dejar de imaginar que fuera una pulpería cuando en Barracas había más campo que casas, y que incluso antes Gardel tomara allí algún vinagrillo. En cierto modo parecido a El Faro aunque bastante más grande, y con una parroquia que también forma una familia tanguera. Creo que, si los taxistas no me lo impiden, volveré a menudo. Encima los sorrentinos estaban estupendos.

Cuando llegué, Lucio me recibió cariñoso ,me presentó a la gente y me contó un poco la historia del lugar.
Lucio es un tipo curioso.Curioso y estupendo. Trabajador infatigable, empresario y sobre todo tanguero. Volvió de Los Ángeles donde trabajaba como publicista para dedicarse a lo que de verdad le gusta. Me imagino que debe tener la posibilidad de hacerlo para renunciar a los dólares americanos. Es un tipo de una capacidad creativa increíble, con la que suple una técnica que aún no alcanza el virtuosismo en la guitarra y el canto. Y esto no lo digo yo, que no me atrevería, esto lo dice él mismo. Claro que ya me gustaría a mi tocar y cantar la tercera parte de lo que el hace. Además es un estudioso del tango, verdaderamente obsesionado con la historia, entendido y gran conversador. Tiene un programa de radio en el que puede sacarse esa enfermedad que tenemos aquellos a los que nos ha picado un mosquito a la vuelta de una payada. Le envidio. Tan solo tiene un defecto, y es que es un Beathlemaniaco irredento. Y por ahí no paso. Esa especie de sobrevaloración musical que tiene el conjuntito británico me pone los huevos al plato. No dudo de su influencia social y cultural, pero musicalmente... Mucho mejor el original, Nostalgias, que la copia, Michelle.¿se han fijado que la guitarra es la misma?. En fin, como ninguno cumple ya los 64, no tenemos que ocuparnos de quererlos, necesitarlos o alimentarlos. Encima han envejecido tan mal que ya nos abandonaron la mitad, no como el gran Elvis, que sigue vivo en Menphis ajeno a los focos de la fama. Eso al menos nos cuenta Calamaro y yo no tengo por qué no creer a un tipo que es capaz de componer cinco cd en una semana de aislamiento.Bromas aparte, las letras de Lucio son ingeniosas y divertidas. Temas como Mozo viejo, El Malaonda o La última molleja.... te mantienen expectante esperando el desenlace y encima en este disco contó con grandes colaboraciones y con Sebastián Luna de master. No se puede pedir más, enhorabuena, Lucio.

Me senté en una mesa cerca del escenario, más bien del entarimado, y me pedí una tres cuartos mientras empezaban cuando de repente entró por la puerta Francisco de Boedo, el tachero tanguero. ¡Gavión, qué alegría! ¡Francisco, andá y venite acá! ¿Qué tomás? No, Gavión, a esta invito yo, el semillón es cosa mía.
Aún no habíamos descorchado el semillón, apereció mi amigo Horacio que se sumó a la fiesta, y allí un psicólogo, un taxista y yo disfrutamos de los temas de Lucio y de sus invitados, entre los que acabó formando parte Francisco, que se marcó un par de temas extraordinarios. Buen tipo este Francisco, golpeado por la vida como casi todos, pero ajeno a todo rencor.
En un momento determinado, Lucio me hizo los honores y me presentó con unas cariñosas palabras que me hicieron emocionarme. La gente aplaudió, lo hubieran hecho igual si lo que presentara fuera un plan de repoblación forestal, pero tuve que levantarme, saludar y contestar después a algunas personas que vinieron a preguntar el por qué de este bicho raro en un boliche perdido de Barracas. Y a todos les contestaba lo mismo, me llevo mucho más de lo que dejo.

Acabó el concierto y se armó la milonga. Horacio, gran bailarín, se abrazó a cuantas minas había por allí y ninguna rechazó sus quebradas. La envidia me corroía porque alguna estaba que rompía, pero soy consciente de mis limitaciones. Como castigo, y después de una horita de babeo, le obligué a llevarme al Sanata y allá me dejó con los irreductibles del lugar. Pasé por lo de Roberto, pero no me gustó el ambiente, pasé por el Cisne, pero ya había acabado la música, pasé por el Mandiyú para despedirme de Juan Antonio y me metí de lleno en el Sanata donde Charly, Moscato, el Negro, Corniglio... esperaban el amanecer del día siguiente. Celebramos con un pernó muchas cosas y fui invitado a algo a lo que no pude ir, pero que lo dejo pendiente, perdona Moscato, pero mi mala conciencia me lo impidió. Para acabar la noche, y casi el viaje, también celebramos otro acontecimiento del que la interesada me pidió que no dijera nada, pero que el próximo mes de abril estará dando la lata. Enhorabuena, Javi, y lo siento.
Mudo, mañana vuelvo a España. Tómate el café, que lo he pedido para vos. Me tomé el mío y dejé el otro entero. Seguro que cuando me fui al hotel se lo bebió, ya se que es algo tímido. O eso al menos me gusta pensar.
El domingo fue un mal día, volvió a llover y yo volví a casa con sobrepeso en la maleta. Pero volveré, amenazo con ello. Al menos mientras mis jefes y la Kirschner me dejen. Un abrazo a todos.
No se lo van a creer, pero recién acabo esto en el hotel de Venecia y empiezan a emitir en la tele la película argentina "Ciudad en celo", con música de Acho y La Chicana. El círculo se cierra.
GAVION