Ese es el eslogan con el cual las abortistas defienden el derecho al aborto.
De hecho, el otro día un grupo de exaltadas se fue al registro mercantil a intentar registrar su cuerpo como de su propiedad.
Debe ser, pues, el colmo del progreso, poder disponer del cuerpo propio a tu antojo.
Por eso me llama tanto la atención que, sin embargo, toda la sociedad, progresía incluida, se oponga al ejercicio de propiedad por antonomasia: vender lo que es tuyo.
Si el cuerpo es propiedad de quien habita en él ¿por qué no se considera aceptable trocearlo y venderlo al mejor postor? ¿no deberían las leyes permitirlo? ¿dónde está el clamor popular contra esa flagrante violación del derecho a disponer del propio cuerpo?
Es más: la venta (voluntaria) de órganos ¿no incrementaría el número de donantes? ¿no eliminaría de las listas de espera de trasplantes a todos aquellos que pueden comprarlo, dejando que los que no pueden se beneficien en exclusiva de los donantes altruistas?
Esa aparente contradicción se resuelve teniendo en cuenta dos cosas:
Una: en realidad los abortistas no desean deshacerse de parte de su cuerpo, sino del cuerpo (entero) de su hijo.
Dos: y, por si fuera poco, en el caso de la venta de órganos, interviene el gran coco de la progresía ¡el dinero! VADE RETRO!
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