18 de enero de 2010

LECTURAS CON UNA MANO (I)

Mientras duró mi convalecencia, el mes de noviembre pasado, había muchas cosas que no podía hacer. Pero sí podía leer. Así que me puse a ello con fruición.
Empecé con "El talón de Aquiles" de César Vidal, subtitulado "los aspectos más oscuros de la condición humana a través de la historia". Empecé por este porque es un libro de capítulos cortos e independientes, muy adecuado para cuando no se tiene una postura cómoda para la lectura. Consiste en quince biografías de los más diversos personajes a través de la historia que vieron marcada su vida y no pudieron alcanzar sus metas debido a un punto vulnerable más (el alcoholismo de Poe) o menos (la esterilidad de María Tudor) imputable al propio individuo.
Los relatos cuentan muchas veces historias ya sabidas, pero su originalidad consiste, precisamente, en hacerlo desde la óptica de lo que pudo haber sido y no fue por culpa de ese punto vulnerable. Se lee de forma agradable (siempre y cuando no te saque de quicio el peculiar estilo del autor, cosa que no sería tampoco extraña) y sirve muy bien para entretener el ocio cuando se tienen ratos muertos.
Cogí después "La conjetura de Fermat" de Jean d'Aillon. No conocía yo a este autor francés, aunque parece que sí es conocido en Francia, de novela histórica. Reconozco que a mí la historia francesa me aburre un poco (aunque me encantó "In a dark wood wandering" de Hella S. Haasse, que compré en Londres en el 91, pensando que era una novela inglesa y resultó ser la traducción de una holandesa., sobre la vida de Carlos de Orleans) y por eso lo tenía un poco dejado (fue un regalo), aunque me interesaba por el título. La conjetura de Fermat siempre me ha atraído, aunque cuando leí uno de los libros que relata su proceso de demostración ("El enigma de Fermat", de S.Singh) me decepcionó un poco porque allí había de todo (mi nivel de matemáticas llegaba hasta más o menos el cuarto capítulo) menos "una demostración absolutamente maravillosa" y, desde luego, no cabía en el margen de una página. Bueno pues pensé que un libro que hablara sobre eso no estaría tan mal.
El libro, de hecho, está bien, pero llamarlo "La conjetura de Fermat" es como llamar al Quijote "La historia de Grisóstomo y Marcela". La conjetura de Fermat se mete en el libro un poco con calzador, yo creo que para justificar el título, que tiene más tirón, y solamente sirve para presentar una ingeniosa explicación de por qué desapareció la solución al teorema.
A lo que íbamos. La historia que se cuenta transcurre al final de la guerra de los treinta años. Se está negociando la paz y se descubre que hay un espía en el departamento de cifrados francés. Algo desastroso, pues no puede dejarse que el enemigo conozca en qué términos está dispuesta Francia a aceptar la paz. Se encarga al notario Louis Fronsac (eso sí que es original también: un notario haciendo de detective) que ya ha colaborado con el cardenal Mazarino que averigüe quién es el espía y que busque la forma de obtener un sistema de cifrado inviolable. Ahí es donde entra Fermat, que era uno de los matemáticos más reconocidos de la época y no voy a seguir desvelando el contenido. a mí me gustó bastante. Un libro entretenido y, como decía mi abuela, que te enseña cosas, porque está muy bien descrita la sociedad francesa del XVII, desde el palacio del Louvre a los deshollinadores de París pasando por la nobleza rural. La principal pega: no había forma de aclararse con los nombres. a mí todos me parecían iguales, y encima con la manía de llamar a alguien ora por su nombre, ora por su apellido e incluso por su título nobiliario. Me dio una alegría comprobar (aunque tarde, ya más que mediado el libro) que tenía un índice onomástico al final.
Procuraré encontrar y leer "El misterio de la cámara azul" novela anterior y del mismo protagonista.
Una vez terminados los libros que me quedaban pendientes del verano, me fui a París-Valencia y me hice con varios libros que tenía ganas de leer: "La casa de cristal -diario de una corresponsal en la Habana" de Isabel García-Zarzo, "Morfina roja" de Cristina Losada y "El tercer disparo" de Luis Herrero. Los he puesto en el orden en que los leí.
"La casa de cristal" es un libro que no te puede dejar indiferente. Cuenta cómo es la vida de un extranjero en Cuba. Es una persona que vive y trabaja allí, no está de vacaciones. No es un cubano, pero comparte con ellos la opresión del régimen. La escritora escribe de forma muy transparente. Un tanto ingenua, pero precisamente por eso, más real y creíble. No es una persona que ha ido a investigar y a encontrar pruebas de la represión de los derechos humanos en Cuba y, sin embargo, éstas saltan solas: cuenta cómo suena el teléfono de su casa cada vez que ella entra y no contesta nadie, cómo hay policías en cada calle que apuntan las matrículas de los coches de extranjeros que pasan, cómo tiene que pasar todo por el CPI (Centro de Prensa Internacional), desde las crónicas que envía (que, a veces, son objeto de notas y de editoriales en Granma que presionan al periodista para que cambie su línea) hasta la solicitud para disponer de coche o de aire acondicionado o el permiso para recoger un envío desde España. Cuenta cómo es la opresiva y omnipresente propaganda del régimen, por ejemplo mediante las dedicatorias de cada año(" 2003, año de los gloriosos aniversarios de Martí y el Moncada") o las manifestaciones en las que se dice con antelación cuántas personas van a asistir. Los periodistas extranjeros mantienen también contacto con disidentes y con cubanos de a pie, pero en una especie de libertad vigilada, como si les dijeran. "ved qué libre es Cuba que dejamos que la prensa extranjera entreviste a los disidentes" pero luego les revisan las crónicas que envían.
En fin, un libro muy recomendable para quienes tienen interés en conocer la vida en la isla más importante del Caribe. Y un solo deseo al acabar: ojalá todo salga bien cuando "la abuelita" abandone definitivamente la isla.

Dejo para una próxima entrada el resto de los libros.

1 comentario:

El administrador de La novela antihistórica dijo...

D´Aillon tiene, en efecto, sus cosas. Es cierto que lo de Fermat parece metido con calzador en esta novela, pero la reconstrucción histórica, en general, es buena. Se podría tomar ejemplo en España.
Más sobre estas cuestiones en http://lanovelaantihistorica.wordpress.com de 20 de agosto de 2012