28 de octubre de 2007

Los límites de la ficción literaria: el caso de "Yo soy Bea"


Para mí, la literatura por excelencia es la literatura de ficción. El teatro (y todas sus derivaciones tecnológicas actuales, como el cine y las teleseries) es literatura de ficción.

La ficción puede moverse entre la novelación de historias reales y la creación de mundos y universos donde existen unas leyes naturales distintas a las de nuestra realidad cotidiana.

A mí me gusta de todo. Desde "Los Episodios Nacionales" y "La Regenta" hasta "El Señor de los Anillos" y "Cien años de soledad", sin olvidarme de Jane Austen, Juan Marsé, Gerald Durrell, P.D. James, Isak Dinesen...hasta el extremo opuesto: Asimov, JK Rowling, Laura Gallego o Terry Pratchett.

Lo único que no se le puede perdonar, desde mi punto de vista, a la literatura de ficción es que sea aburrida.

Pero hay otro defecto en la creación literaria que me irrita. Que me hace sentirme un poco estafada por el creador. Se trata de saltarse las reglas que uno mismo se impone en el marco espacio-temporal de la historia.

Especialmente cuando uno pretende que el marco espacio-temporal es real.

Por supuesto, puede tratarse simplemente de errores de documentación sin mayor importancia: si uno escribe sobre la edad media, quizá no sepa con certeza cuándo se generalizó el uso de agujas imantadas para orientarse en el mar o si uno escribe sobre las Antillas en el siglo XVII es posible que se haga un poco de lío con la flora existente.

No es, desde luego, nada común encontrar errores graves de este tipo (escribir sobre el Imperio romano sin hablar de los esclavos o poner un teléfono en una casa del siglo XVIII).

Lo que sí es bastante habitual (yo lo he encontrado incluso en libros muy famosos como "Los Pilares de la Tierra" o "El Clan del Oso Cavernario"), es que los personajes tengan una mentalidad que no se corresponde con la época: por ejemplo, ningún romano pensaría que la esclavitud es injusta "per se"; la esposa de ningún rey medieval, que su hija primogénita tuviera más derecho la trono que su hermano menor; ningún marinero de la Armada Real Inglesa, que no haya que ahorcar a un amotinado.

Pero ahora está teniendo mucho éxito una clase de literatura de ficción que restuerce las ciscunstancias para darle más dramatismo a la historia. Son, por supuesto, los llamados culebrones. En el ejemplo del título, tres de sus personajes principales han pasado por la cárcel: el padre, el novio y la propia protagonista, por unas causas y de unas formas que harían que se expulsara inmediatamente de la carrera judicial a quien hubiera dado las órdenes de encarcelamiento (e, incluso después, las de excarcelación); las referencias al sistema empresarial son delirantes: en una junta, un personaje cedía a otro parte de sus acciones temporalmente para que pudiera votar en la junta y con eso obtenía dos votos en vez de uno...

Ya he dicho antes que el defecto imperdonable es la falta de interés y que este otro defecto solo me resulta irritante pero ¡caramba! tampoco conviene abusar.

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